13 de agosto de 2012

Relato: Un Crimen De Plástico

Aquí os dejo un Relato que acabo de hacer. Es un homenaje al impresionante libro de Miguel Aguerralde, Última Parada: La Casa de Muñecas. Espero que os guste, y que el autor en el que me baso, me pueda perdonar, o al menos, tomárselo con humor.

Brad es un policía un tanto peculiar, con unos métodos muy personales y una forma de trabajar que sólo el comprende. Se levanta como cada día a las 7 de la mañana para ir a trabajar. Se da una ducha de casi una hora y prepara un buen desayuno, a base de tostadas, bacon, huevos y una cantidad indecente de café. Es su forma de recargar la batería.

Tras este cotidiano proceso, sale de su hogar -vive en un Motel de una estrella, donde la chica de la limpieza pasa una vez cada quince días- y se monta en su nuevo coche. Se cae a pedazos, pero cumple su función, que no es otra que llevarlo al trabajo y traerlo de vuelta.

Llega a la comisaría, como siempre, con media hora de retraso. La gente, le puso un apodo a raiz de un accidente que tuvo hace unos años. Se había caido de una bicicleta cuando perseguía a un ladrón, y se rompió una pierna. Desde entonces su extremidad derecha, no funcionaba todo lo bien que debería. De ahí que la gente le conozca como, Brad el Cojo.

Ya está acostumbrado a su apodo, asique responde al nombre como si fuera el suyo de nacimiento.

Hoy tiene un caso muy importante. Al parece, un sádico personaje se dedica a arrancar miembros de las mujeres para crear una especie de casa de muñecas. Es un tanto macabro, pero le gusta este tipo de casos. Le hacen estar vivo y querer levantarse cada mañana para ir al trabajo.

Su jefe le da la dirección del último escenario y se dirige hacia allí raudo y veloz. El calor en la calle es cada vez más insoportable, y la caravana de coches no ayudan a hacer el trayecto más llevadero. Tarda casi una hora en llegar a su destino. Es un edificio de 30 plantas, con la mala suerte de que tiene que subir hasta el piso número 24 y el ascensor está estropeado. Tarda casi media hora en llegar. No está en muy buena forma como podeis comprobar.

Cuando llega arriba, la habitación estaba llena de agentes de policía. Estos le saludan inclinando la cabeza. Entra buscando una escena grotesca, llena de restos de mujeres y litros de sangre por todas partes, pero lo único que encuentra es una mujer consolando a su hija de tres años.

Brad frunce el ceño y se acerca a la mujer. Esta le explica que un hombre entró en la casa portanto un cortauñas como arma -estaba muy afilado- y que con gran rapidez, se llevó todas las muñecas de su hija. En el proceso destrozó la casa donde la pequeña niña las guardaba con especial esmero.

El Cojo, se echó las manos a la cabeza. Resulta que el sospechoso no era ningún asesino, sino un hombre al que le gustaban las muñecas, y con las cuales quería hacer la casa perfecta. Esto era totalmente subrrealista, se decia Brad. Como la gente puede estar tan mal de la cabeza, era algo que Brad nunca comprendía. 
Decidió investigar a fondo para terminar cuanto antes. Este trabajo se lo tendrían que haber mandado a otra persona con más sangre fría, pero el jefe es el que manda.
Interrogó a todos los testigos, y cada uno le decía una cosa diferente. Unos decían que había sido un hombre alto. Otros afirmaban que el sospechoso era un enano disfrazado. Incluso llegaron a decir que una mujer con espada había irrumpido en el domicilio de la víctima. Ninguna de las teorías convenció a Brad, asique decidió buscar pistas por los alrededores. 
Cerca del edificio donde se produjo el robo, encontró un montón de muñecas desmembradas. La escena era horrible. El plástico se retorcia de mil maneras. Era dificil mantener la vista hacia tan cruel escena. Hizo de tripas corazón y revolvió entre los restos. Encontró un dni entre las muñecas. Seguro que se le había caido al delincuente. Se montó en su coche y puso rumbo hacia esa dirección. Era una casa a las afueras de la ciudad. Bastante bien cuidada aunque con unos colores demasiado llamativos. Era difícil no dar con ella.

Llamó a la puerta con seguridad y esperó. Un hombre de unos 50 años le abrió la puerta. Tenía un aspecto desmejorado y la ropa estaba llena de restos, de lo que parecía, pequeños trozos de plástico. Brad, saco su arma y apuntó al hombre con firmeza. Le pidió que levantara las manos y que le mostrara donde tenía a sus victimas. Le llevo hacia una habitación. La imagen era desoladora. Tenía decenas de muñecas colgadas del techo. Estaban atravesadas por afilados garfios. A unas les faltaban los ojos, a otras los brazos o las piernas. El olor a plástico quemado era insoportable.

El agente le golpeó con la pistola, tras lo cual cayó inconsciente sobre el suelo. Brad llamo a la policía para que acudiera lo más rápido posible. Quizá, pudieran salvar a algunas de las muñecas que allí había. Esposó al delincuente y salió al exterior. Ya había visto suficiente. Nunca en la vida había tenido un caso tan duro como este.

La policía tardó pocos minutos en llegar. Se llevaron al hombre y a las víctimas. Muchos agentes no creían lo que estaban viendo. Sería muy difícil olvidar esa grotesca imagen.

Brad el Cojo, necesitaba descansar. Puso rumbo a su casa, donde allí se tomaría un merecido baño, una cena caliente y un sueño relajante. Mañana le esperaba otro duro día, lleno de ladrones, asesinos y un sin fín de inhumanos personajes. Pero esa era su vida, y así había decidido vivirla.

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